De silencios, abusos y sombras de las naciones

En la agenda mediática internacional está la crisis de Venezuela.

La presión a la Administración de Donald Trump, el racismo y la xenofobia que “despierta” en Estados Unidos. Que siempre estuvo, que no se atendió correctamente.

Hay paralelos, sin duda, entre estas dos naciones y espejos en el resto del continente.

Somos mucho/as lo/as que hemos ignorado estas realidades porque “afecta”. “Cansa” escuchar lo mismo una y otra vez. “Molesta” que las cosas no mejoren. Que el problema crezca, la gente sufra y los gobiernos sigan bien postrados en sus sillas. Sin tambalear.

Este fin de semana tuve un diálogo con una colega especialista en comunicación política y usualmente, compartíamos conocimiento sobre los últimos acontecimientos en la región.

Esta vez no quise preguntarle las mismas preguntas, me intrigó saber cómo se veían los conflictos sociales y sus actores desde el lente de la espiritualidad. ¿Dónde había luz y dónde oscuridad? ¿Qué líderes “se dejaban” usar por marionetas? ¿Cuáles eran pilares de criterio? ¿En qué beneficia que el pueblo se mantenga “zombie”? ¿Adormecerlo con entretenimiento, campañas de miedo, narcisismo, separación?

Escribo este post porque hoy encontré similitudes y diferencias entre esa conversación y un episodio de Goop que me habían recomendado y que escuché hoy.

Who are you in crisis” figura una entrevista a Marianne Williamson, la autora del libro Volver al amor y quien actualmente emprende una gira para “Sanar el alma de Estados Unidos” (Heal the Soul of America, en inglés).

Williamson se ha adjudicado la gran tarea de despertar masas y recordarle a los estadounidenses que ya son adultos. Que encerrarse en sí mismos y enajenarse de la realidad para evitar un posible trauma es una señal de inmadurez.

“La era de recopilar datos se acabó. Necesitamos actuar sobre ellos”, sentenció la líder espiritual y posible aspirante a las elecciones presidenciales en EE.UU. para 2020.

De su intervención, destaco que los seres humanos nos hemos retirado del compromiso cívico, rol de ciudadanos, por el miedo. (Si te interesa este tema, lee el post Las políticas del miedo)

Según la autora, miedo a represalias, a un trauma, a que nos ofendan, nos hieran, nos maten. Que mientras unos operan en parálisis, otros se dejan llevar por la rabia, el odio.

Ambas emociones, miedo y rabia, son auto – indulgentes.

Sólo te benefician a ti (y te atan, realmente).

Que es necesario que atendamos las heridas morales de nuestros países con acciones grandes y no pequeñas. “Sólo afianzándonos en la luz podremos absorber la oscuridad. Nuestra luz está en el principio más fundamental de que todos los seres humanos fuimos creados iguales”, dijo en el podcast.

Explica que para que un cambio trascendental ocurra, hay que preferir el trauma sobre el miedo.

Sólo así se han conseguido derechos fundamentales de quienes fueran esclavos, la comunidad afro-estadounidense, el reconocimiento de los derechos de las mujeres, las sufragistas y más.

Para Williamson, cuando se actúa desde el principio de la no-violencia el fin está en los medios y es que toda acción tomada para resolver un problema esté impregnada, a consciencia, de la energía de su solución.

El panorama que pinta la autora para Estados Unidos, si las personas se siguen encerrando en sí mismas, es uno sombrío y es por tal razón que, “la esperanza es un imperativo moral”.

Escucharla no es fácil para personas que no estén acostumbradas al pensamiento “New Age” y tampoco lo fue para mí que, a pesar que conozco de ese mundo, también guardo un pie en el terreno político internacional.

Todo conflicto internacional, nacional, social, emocional, personal tiene de raíz una separación del amor. La fuente. Esta es la premisa de este pensamiento.

El trauma que nos impregnan los movimientos sociales, las respuestas de los Gobiernos, son nuestra culpa. Lo permitimos. Lo ignoramos. Lo luchamos con condiciones. Nos separamos.

Dejamos que nos separen. Con las noticias que consumimos, el lenguaje que usamos, las ofensas y los actos que permitimos, la inacción de la que somos parte.

Si has llegado hasta aquí, quiero que sepas que estoy consciente del carácter incendiario (iluso y hasta falto de conexión) que pueden tener estos planteamientos.

Aún no sé a ciencia cierta cómo encajan en la realidad y psiquis colectiva cuando hay tantas aristas (que aunque separan, también unen, dan propósito, identidad) de por medio: cultura ancestral, cultura contemporánea, religión, sistemas políticos, económicos, estructuras, ideologías…

Sólo estoy segura que los silencios no ayudan. Que como me decía mi colega, la paz también implica denunciar las injusticias y que la catarsis de los pueblos son duras y no por serlo, son menos necesarias.

En Estados Unidos, Williamson ha venido abriéndose caminos porque considera que no sólo se puede hablar de las sombras de la nación, todo lo malo que ha hecho y sigue haciendo contra su pueblo y otras naciones, sino que es necesario que nos identifiquemos con quienes solucionaron problemas en el pasado.

Sí hay sombras y mucho daño que hacen cuando permitimos desequilibrio. Sin embargo, también hay mucha luz.

Esta mañana fueron muchas las noticias que leí sobre Venezuela, el drama humanitario de los que emigran, el descontrol que se vive en el país y la falta de esperanza de que algo cambie.

Y quizás, la solución esté en la percepción.

En el lenguaje.

En las acciones.

Me decía mi colega, hablando en términos espirituales, que a Venezuela en parte le iba mal porque había tanta gente rezando porque se fuera Maduro del poder, porque se cayera ese Gobierno. La mayoría de los rezos no son para que Venezuela tenga paz sino para que venga la paz si se sale Gobierno de Maduro, sea de la forma que sea.

Claramente, hay múltiples otros factores a considerar. No son solo las oraciones.

No obstante, no pude evitar cuestionarme si habían casos similares en otros países y a través de la historia.

A veces olvidamos que las oraciones tienen poder y que también son energía.

Que todo lo es.

Pensamientos, creencias, palabras, música, marchas, peleas, besos, puños, gritos, firmas, bombas, disparos…silencios.

Hoy relato estas interacciones a sabiendas que la separación individual – colectiva no está clara y su unión aún menos.

Pero he querido escribir para contarte y decirte, si me lees y estás sufriendo por lo que ocurre en tu país o en tu vida, que no estás solo. No estás sola. Estás acompañado. Estás acompañada.

Tu vida, tu voz y tus experiencias son valiosas.

Y… si el dolor empaña tu mirada, carga tu cuerpo, te paraliza y no te deja seguir, te invito a soltarlo. Te invito a liberarte del miedo. Cortar con lo que ya no te sirve.

Te invito a actuar.

Decidir.

La oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; sólo la luz puede hacer eso. El odio no puede expulsar al odio; sólo el amor puede hacerlo. Martin Luther King

Namasté ayer, hoy y siempre,

-Natalia

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