
Mujer, hemos permitido que las violencias cometidas contra nosotras definan quiénes somos.
La política y prensa con sus narrativas, encuadres, agendas e intereses políticos y económicos nos ha llevado a pensar que estamos “solas”, “desamparadas”, “condenadas a nuestra suerte”.
O que, al contrario, todas aquellas que hablamos, actuamos, defendemos nuestras vidas y el cambio que merecemos somos “agresivas”, “traumadas”, “odiosas de los hombres” o “asesinas de las nuevas generaciones”.
No es así. Quiero reafirmarte que NO es así.
Hay que liberarnos de esas narrativas.
Hay que quitarnos la venda de los ojos impuesta por nuestra cultura, nuestras comunidades, leyes, miembros familiares.
Hay que sanar las heridas de la infancia para descubrir todo lo que siempre pudimos y aún hoy, sin importar la edad, podemos ser.
El lunes 18 de febrero dicté mi primer seminario sobre mi mapa documental Ser mujer en Latinoamérica y martes 19 de febrero facilité el taller de arteterapia para estudiantes universitarios en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.
Con el mapa documental #SermujerLatinomerica, llevo dos años trazando un camino sobre violencia y #paz en 18 países con las voces, los testimonios, las experiencias de mujeres como tú y como yo.
Sé cuál es mi rol: creo espacios, hago preguntas.
Y aquí te va una: ¿Qué significa realmente ser mujer?
No te pido que la contestes.
Sólo hazte la pregunta, una y otra vez.
Una respuesta es definitiva, nos puede dar seguridad como al contrario, quitárnosla.
Una pregunta, en cambio, te abre a la exploración, te hace ver el mundo como fuente infinita de respuestas, interpretaciones. Una pregunta te lleva a considerar y analizar las variables.
Sólo al abrir el abanico de posibilidades, es posible liberarte de las presiones sociales y asumir una postura que, por más incómoda que sea, te permite tomar decisiones, crear opiniones, estilos de vida, rutas de trabajo por y para ti.
El camino de la pregunta es el que te empodera.
Y cuánto hace falta que como mujeres nos hagamos preguntas y dejemos de refugiarnos en extremos que benefician el sistema y genera un desbalance energético dentro de nosotras. Un desbalance que se manifiesta como síntomas de agresión, violencia, juicio, miedo, separación, indiferencia/invisibilización, los mismos males que denunciamos al sistema.
El ser no excluye, simplemente es.
Atrevámonos a descubrirlo.
Atrevámonos a caminar y emprender el diálogo constructivo.
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