Comenzar un análisis internacional con la teoría del feminismo es una directa provocación. Escoger el caso de estudio de las tensiones entre Irán y Estados Unidos lo es aún más.
Así que presentaré esta columna reconociendo primeramente dos posibles consecuencias:
- La lluvia de críticas que surgirán de estos supuestos tal y como una vez predijo el académico neoliberal Robert Keohane en su artículo Beyond Dichotomy: Conversations between International Relations and Feminist Theory (1998): “We will only understand each other if IR scholars are open to the important questions that feminists theories raise, and if feminists are willing to formulate their hypotheses in ways that are testable – an falsifiable – with evidence”.
- El patrón social de la búsqueda de “una verdad” y la pugna por defenderla de quienes son fieles seguidor@s de las teorías tradicionales de la disciplina de las Relaciones Internacionales en el ámbito laboral, diplomático y académico en donde se ejerce.
Esta resistencia a aceptar la validez de esta teoría está ligada a las propias dinámicas de género que condicionan las relaciones humanas y que dependen de los contextos culturales, religiosos y políticos de quienes estén leyendo este escrito.
No en vano una de las principales académicas de la teoría del Feminismo en las Relaciones Internacionales, Cynthia Enloe (Bananas, Beaches and Bases, 1990) explicaba en la década de los 1980 que la gran dificultad de los teóricos en tomar el análisis feminista seriamente se debía realmente al hecho de que en su mayoría eran hombres.
Es decir, el tema de género no es trabajado en el realpolitik porque implicaría aceptar como variable de estudio la relación de un individuo sea hombre o mujer con su percepción de la masculinidad y la feminidad. Y esa variable, a su vez, llevaría a cuestionar cómo esta relación afecta lo que se elige como un tópico serio de investigación.
Como periodista, productora y maestra en Relaciones Internacionales, mi enfoque ha sido plantear más preguntas que respuestas en los cursos, talleres y espacios de diálogo, tertulia y análisis que he organizado con el fin de que tanto internacionalistas hombres como mujeres y personas de otras identidades puedan cuestionar su relación consigo mismos, sus temas de estudio y lo que acontece a nivel internacional.
Este escrito lo inicié con la palabra provocación porque así se percibe todo lo que atenta contra el estatus quo y nuestra forma actual de ver el mundo.
¿Por qué escribirla entonces? Porque considero que es tiempo de ampliar estos cuestionamientos a los espacios mediáticos y colectivos para que dejen de ser preguntas de un@s cuantos intelectuales e investigadores procurando probar quién tiene o no la razón.
Es fácil pensar que la teoría del feminismo aplicada al caso de estudio Irán – Estados Unidos sólo nos llevaría a preguntarnos: ¿Dónde están y qué viven las mujeres?
Pero la teoría abarca mucho más y para beneficio de quien desconoce qué se estudia con estos lentes aquí les proveo un marco básico:
- Cómo el conflicto y el comportamiento de los Estados en el sistema internacional están construidos por las relaciones de género desiguales
- Cómo esta desigualdad afecta la vida de los individuos y en particular de las vidas de las mujeres
- Cómo y por qué la desigualdad se ha construido en base a la inferioridad de las mujeres y la supremacía de los hombres
Utilizaré este marco para la columna que leerán a continuación y hago esta salvedad para evitar confusiones consciente las múltiples vertientes de estudio de la teoría del Feminismo y su diversa interpretación por parte los movimientos y colectivos feministas: liberal, radical, poscolonial y marxista, etc.
El siguiente es un análisis introductorio de la teoría:
Escalada del conflicto Irán – Estados Unidos (2020)
Por Natalia Bonilla
Los patriarcas y la defensa de la masculinidad hegemónica: Trump, Soleimani y Khomeini
Tras los asesinatos de Saddam Hussein, Osama bin Laden, Abu Bakr Al-Baghdadi y el reciente operativo contra el general iraní Qasseem Soleimani, la Administración de Donald Trump develó una clara agenda de eliminación de los principales líderes de grupos insurgentes, autoridades y ejércitos en oposición a los ideales e intereses de la nación norteamericana.
Estas cabecillas así como los actuales Jefes de Estado en Irán (líder político Hassan Rouhani y líder religioso Ruhollah Jomeini), Irak (Barham Salih) y Estados Unidos (Donald Trump) son considerados los patriarcas de las naciones. Un patriarca es una figura líder de una familia, tribu, pueblo o por extensión, nación.
Las naciones, por su parte, pueden tener culturas estereotípicamente femeninas o masculinas dependiendo de los valores y cualidades con las cuales se identifican o defienden (por constitución, leyes, costumbres o dinámicas sociales permitidas informalmente).
Si bien las naciones son diferentes al concepto de los Estados es importante reconocer que Irán, Estados Unidos e Irak cumplen con las características de los Estados masculinos según delineara Charlotte Hooper (2001) en su obra Manly States: Masculinities, International Relations, and Gender Politics.
En esta escalada de conflicto podemos observar cómo Estados Unidos percibe una amenaza a su masculinidad hegemónica. Luego de la caída de la Unión Soviética en 1989, la política exterior de los Estados Unidos fue orientada a posicionar al Estado como superpotencia hegemónica en la comunidad internacional.
El concepto “hegemonía” es la hipérbole del concepto “poder”. Ambos términos fueron concebidos desde la Antigua Grecia con la relación de lo “masculino” con la “fuerza” y el “control”.
Según la teoría del feminismo, la visión de una masculinidad hegemónica sostiene el patriarcado, un sistema de orden político y social opresivo contra las mujeres (y hombres).
Al deslegitimar las otras expresiones de masculinidad y suprimir las expresiones de feminidad, el Estado como entidad opera una estructura que divide en dos polos las normas, comportamientos e identidades de sí mismo, sus instituciones y sus ciudadanos que concibe como correctas o incorrectas, masculinas o femeninas.
Es importante establecer que este parámetro aplicado a los Estados Unidos bajo la era de Bill Clinton (1992 -2001) no sólo implicaba la coerción e influencia a través de medios militares y económicos sino también del “soft power” o el “poder blando” asociado a la diplomacia y la cooperación, dos términos relacionados estereotípicamente con cualidades femeninas de negociación y liderazgo.
El ataque terrorista a las Torres Gemelas en 2001 y la consecuente declaración de la guerra global contra el terror sumió a los Estados Unidos en dos guerras e invasiones en Afganistán e Irak para castigar con su arrollador poderío y “hombría” a las autoridades y grupos que rompieron el código de unión entre hombres (mejor conocido en inglés como male bonding o camaraderie).
Ante la fragilidad institucional de los dos Estados, el primero sumido bajo el control tribal del Talibán y el segundo bajo la tiranía de Hussein (aplaudida por EE.UU. variando según los cambios de sus Administraciones), la fuerza militar no fue suficiente para ofrecer una victoria rápida para la nación norteamericana.
A casi 20 años de guerra en el Medio Oriente vemos un Estados Unidos que se rehúsa a “perder” puesto que reconociendo “una derrota” enfrentaría la humillación de no haber sido capaz de conseguir “sus objetivos de caza” algo que Trump con su Administración buscó remediar con sanciones económicas a Irán y los pequeños “trofeos” de los patriarcas.
Analizar la postura de Irán es motivo de un nuevo análisis puesto que el factor religioso influencia grandemente su política doméstica y exterior.
Esto daría pie a estudiar los supuestos de la teoría Realista y las hipótesis de Samuel P. Huntington, particularmente en su libro El choque de las civilizaciones. Es decir, queda la intriga de si esta guerra ideológica entre Occidente y Medio Oriente (y Oriente también) responde a la universalización de un poder menos “masculino” y más “femenino” siempre y cuando sea adoptado y controlado por un actor hegemónico.
Queda en cuestión cuán “femenino” o “blando” puede ser el concepto hegemonía, una pregunta que la académica Mimi Schippers buscó resolver en su artículo Recovering the Feminine Other: Masculinity, Femininity, and Gender Hegemony (2007).
Para terminar este análisis introductorio quiero mantener sobre el tintero dos asuntos, en parte invisibilizados por los medios y en parte promovidos por, en torno a la desigualdad de género de las poblaciones:
- La fragilidad de unas vidas sobre otras
- El silencio de las mujeres civiles y la retórica de los hombres líderes
La cobertura de los medios de comunicación masivos sobre el caso Irán – EEUU ha privilegiado el uso del ángulo de periodismo de guerra y descartado el ángulo de periodismo de paz, una metodología creada por el noruego Johan Galtung.
Es en este bombardeo de retóricas convenientes y plurales en extensión (polaridad de apoyo a Trump en los medios estadounidenses; victimización y redención de Irán en los medios árabes y algunos europeos; y la desaprobación y hasta satanización de EE.UU. en los medios *estatales* rusos, chinos y algunos europeos) que se pierde una noción de “verdad” o “absolutismo” para entender qué realmente ocurre, qué intereses comerciales e institucionales defienden estas empresas informativas y qué imaginarios se refuerzan en el proceso.
La cuantificación de cuerpos, las oraciones por unas poblaciones (oremos por nuestras tropas en EE.UU., oremos porque los estadounidenses paguen o se vayan de nuestra región, oremos porque EE.UU. o Irán cambie su retórica, oremos por la paz mundial) y la alimentación de odios de otras (amenaza, venganza, destrucción, aniquilación), se prestan para ser temas de estudio sobre la desigualdad e inferioridad desde esta teoría.
Por último, el “silencio” de las mujeres, personas de otras identidades, niños y otras poblaciones y su rol dentro de este conflicto es un tópico aún más interesante todavía porque supone la legitimización de unas voces y la invisibilización de otras lo que nos llevaría a cuestionar cuán relevantes son los niveles de violencia de género en cada uno de los Estados del caso de estudio para explicar las ausencias de estas figuras en la conversación pertinente a este conflicto.
Para ello habría que explorar si aplica o no la crítica a los supuestos de la escuela de Copenhague (seguridad internacional) que hiciera la académica Lene Hansen (2000) en su artículo The Little Mermaid’s Silent Security Dilemma and the Absence of Gender in the Copenhagen School o la conveniencia del silencio, una propuesta de Xavier Guillaume (2018) en su artículo How to do things with silence: Rethinking the centrality of speech to the securitization framework.
Partiendo de la hipótesis de Guillaume, el “silencio” puede ser visto como una invisibilización sí pero además, puede ser interpretado como un modo de protección de la población “indefensa”, “femenina” o “mujeres” por parte de las autoridades estereotípicamente masculinas.
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